Apu Catequil fue una poderosa huaca de gran fama que residía en Guamachuco (La Libertad). Según las creencias esta huaca tenía poder sobre los rayos y además podía predecir el futuro de manera muy certera.
A esta huaca de la guerra los Incas Túpac Yupanqui y Huayna Cápac se encomendaron para realizar sus campañas militares en el norte. Debido a los éxitos cosechados en el campo de batalla, los dichos soberanos Incas le dieron a Apu Catequil muchas tierras, sirvientes y todo tipo de ofrendas para mantenerle a su favor.
Se cuenta que por sus predicciones certeras, aunque incomodas, fue mandado a destruir y quemar por Huayna Cápac, Atahualpa y Huáscar. La huaca fue reconstruida muchas veces por sus sirvientes y acólitos, para ser luego escondida en una cueva por un periodo de tiempo.
“La huaca Catequil respondió que el Inca tendría mal fin. Furioso, Atahualpa marchó hacia el lugar […] sabiendo Atahualpa que era él quien le había vaticinado tal destino, le asestó un rudo golpe en la cabeza que le destrozó el cráneo. Luego ordenó allanar el templo y quemarlo”. (Referencia: Sarmiento de Gamboa, 1943, Cap. 64, P. 61)
Debido a su fama como oráculo los extirpadores de idolatrías la encontraron a finales del siglo XVI, y como era de esperarse la destruyeron de pies a cabeza para que jamás volviera a ser adorada por los indígenas, los restos del ídolo fueron arrojados a algún lugar para no ser encontrados jamás.
Pero tal y como lo cuenta Juan de San Pedro en su libro “La persecución del Demonio”, en la Guamachuco del siglo XVII los sacerdotes agustinos cuentan que las mujeres indígenas comenzaron a encontrar piedras bonitas y muy extrañas, las comenzaron a reunir sin ser conscientes, hasta que 2 de las piedras hablaron y dijeron que eran: “Tantagueganai y Tantacoro, hijas de Catequil”.
Después de unos días, sin darse cuenta, las indígenas habían reunido todas las partes de Apu Catequil. Los indígenas de Guamachuco comenzaron a adorar de nuevo a la huaca pero los agustinos se dieron cuenta y espantados por creer que era el demonio que había regresado fueron a destruir todas las piedras para que jamás volvieran a ser adoradas y los cientos de restos que quedaron fueron arrojados a diferentes lugares para que los indígenas jamás las encontraran.
Referencias:
.- Nacimiento de una utopia: muerte y resurrección de los incas, Manuel Burga (1988).
.- Relación de la religión y ritos del Perú hecha por los padres agustinos, Lucila Castro de Trelles (1992).
.- El Inca y la huaca: la religión del poder y el poder de la religión en el mundo andino antiguo, Jan Szemiński (2016).
.- La persecución del Demonio: Crónica de los primeros agustinos en el norte del Perú (1560) : manuscrito del Archivo de Indias, Juan de San Pedro (1992).
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