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Don Dionisio Inca Yupanqui


Don Dionisio Inca Yupanqui

Don Dionisio Inca Yupanqui, conocido también como Dionisio Uchu Inca Yupanqui o Dionisio Ampuero y Bernal, fue un noble indígena nacido en 1760 en Lima. Era hijo de Don Domingo Uchu Inca Ampuero, Alférez de infantería del presidio del Callao, y de Doña Isabel Bernal y Cañas (¿de Espinoza?). 

Según su padre Domingo, su familia, que se había asentado en Lambayeque, era descendiente del sapa inca (emperador) Huayna Cápac por la línea de Don Gonzalo Uchu Huallpa. Su familia había pretendido sin éxito el Marquesado de Santiago de Oropesa al morir la última descendiente del monarca Diego Sayri Túpac Inca en Europa.

Las gestiones de Don Domingo Uchu hicieron que Dionisio y su hermano Manuel recibieran una beca del rey Carlos III de España. Con nueve años se trasladó con su familia a España, donde  Dionisio Inca Yupanqui, gracias a ese encumbrado origen, pudo estudiar en el Real Seminario de Nobles de Madrid.

Ya habiendo culminado sus estudios sirvió como Teniente de la Real Armada Española, y como Teniente Coronel de un Regimiento de Dragones del Rey en el contexto de la Guerra de la Independencia Española contra las tropas de Napoleón I de Francia.

Fue electo en 1810 como Diputado Suplente para representar al Virreinato del Perú en las Cortes de Cádiz. Dionisio demostró su interés por los asuntos de los indios y esclavos africanos, mediante sus elocuentes y persuasivos discursos antes los miembros de las Cortes.

"Si todo hombre nace libre; si de esta libertad no puede ser despojado sino por la fuerza o la malicia de otros, y si esta fuerza o malicia es un vicio meramente pasivo del africano, que no dice culpa suya, el claro que en el momento en que él o su posteridad recobren la libertad natural, y se hace Sui Juris para no depender de otro en sus actos civiles, ha recobrado la opción al ejercicio de su ciudadanía en aquella sociedad de que es miembro, y a la que contribuye satisfaciendo por su parte con las cargas anexas a las demás que la forman". (Dionisio Inca Yupanqui, 1811)

Dionisio consiguió que muchas de sus propuestas fueran incluidas en la Constitución Española de 1812. El Colegio de Abogados de Lima tiene en su Auditorio una representación pictórica de Don Dionisio ya que es considerado como uno de los grandes juristas del Perú, así mismo una calle en Madrid (España) lleva su nombre. Tambien fue considerado por los independentistas rioplatenses de postura monárquica como un candidato ideal para convertirse en Rey de las Provincias Unidas del Río de la Plata.


Los ideales liberales de Don Dionisio influyeron en personajes como Karl Heinrich Marx y Vladímir Ilich Ulianov.

En su discurso ante las Cortes de Cádiz del 16 de diciembre de ese año (1810) asentó el diputado peruano: 

Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre”.  
Inauguradas las Cortes en la isla de León (Cádiz), el 24 de septiembre de 1810, fue uno de los criollos habilitados como diputados suplentes, en espera de la llegada de los elegidos en Hispanoamérica. En su vibrante discurso en las Cortes de Cádiz, el 16 de diciembre de ese año, Dionisio Yupanqui se consideró “inca, indio y americano”, afirmando que “… no he venido a ser uno de los individuos que componen este cuerpo moral de V. M…para lisonjearle; para consumar la ruina de la gloriosa y atribulada España, ni para sancionar la esclavitud de la virtuosa América. He venido, sí, a decir a V. M. con el respeto que debo y el decoro que profeso, verdades amarguísimas y terribles…Señor la justicia divina protege a los humildes, y me atrevo a asegurar a V. M.,… que no acertará en dar un paso seguro en la libertad de la patria, mientras no se ocupe con todo esmero y diligencia en llenar sus obligaciones con las Américas.”

En su aplaudida intervención lamentó el desconocimiento existente sobre la verdadera situación del continente americano y muy en especial de su población originaria, denunciando la explotación colonial y las injusticias que afectaban a sus habitantes, reclamando el cese del mal trato, la discriminación y la desigualdad y considerando a la ocupación napoleónica un castigo divino a España por los abusos cometidos. Al criticar a los propios congresistas y a los gobernantes españoles, solo preocupados por el saqueo de sus colonias, afirmó: 

“La mayor parte de sus diputados y de la Nación apenas tienen noticias de este dilatado continente. Los gobiernos anteriores le han considerado poco, y solo han procurado asegurar las remesas de este precioso metal, origen de tanta inhumanidad, del que no han sabido aprovecharse. Apenas queda tiempo ya para despertar del letargo, y para abandonar los errores y preocupaciones hijas del orgullo y vanidad. Sacuda V. M. apresuradamente las envejecidas y odiosas rutinas, y bien penetrado de que nuestras presentes calamidades son el resultado de tan larga época de delitos y prostituciones, no arroje de su seno la antorcha luminosa de la sabiduría ni se prive del ejercicio de las virtudes. Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre., V. M., toca con la mano esta terrible verdad.”
El 1 de febrero de 1811, en otro discurso más extenso, Dionisio Yupanqui abogó por la inclusión de la igualdad entre blancos e indígenas en el futuro texto constitucional. Sin duda, ambas intervenciones influyeron en los decretos de las Cortes aprobados en noviembre de 1812, que eliminaron la mita, el tributo y la servidumbre de los aborígenes. Pero su propuesta de protección a los pueblos originarios fue rechazada con el argumento de que para eso ya existían las Leyes de Indias.

Como preveía el descendiente de los incas, los intereses metropolitanos terminaron por prevalecer en el foro sobre el espíritu revolucionario. Tras largos y acalorados debates, los representantes en las Cortes –una veintena de diputados por América y un centenar por España- aprobaron, en marzo de 1812, la constitución liberal. La flamante carta magna no decía una palabra más sobre las demás reivindicaciones americanas, entre ellas la plena igualdad de derechos con los españoles, lo que dejaba al descubierto todas las limitaciones del liberalismo peninsular que lo llevarían al fracaso, implícitas en el histórico aforismo del Inca Yupanqui de que un pueblo que oprime a otro no puede ser libre.


Referentes:
- La esperanza sitiada: debates político-culturales en tiempos del bicentenario, Jorge Coscia (2009).
- El primer liberalismo español y los procesos de emancipación de América, Roberto Breña (2006).
- Unexpected Voices in Imperial Parliaments, Josep M. Fradera (2021).
- Hacia el bicentenario de la Independencia (1821-2021), Mónica Bernabé (2013).
- Bicentenario del Colegio de Abogados de Lima, Carmen Meza Ingar en El Peruano (2019).

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